Sorprende lo que se considera la memoria histórica: la Guerra Civil. En la Casa de las Ciencias de A Coruña una roca gallega con más de 1.260 millones de años demuestra que Galicia existía cuando no había península Ibérica, ni Europa, ni mundo tal como ahora lo conocemos.
En O Courel están los únicos restos en toda Iberia de fauna ediacara (650 millones de años) y yacimientos de graptolites y trilobites (500 millones de años). La unidad de Malpica-Tui combinada con el manto de Mondoñedo, de 350 a 300 millones de antigüedad, se presenta magnificente en el pliegue de O Courel marcando el momento en que Galicia se une a la península Ibérica. En la costa los acantilados de cabo Ortegal, Pindo, Barbanza, Galiñeiro son los restos de un inmenso frente de 700 metros de altura y 200 kilómetros de largo formado hace 200 millones de años cuando Galicia se separó de Norteamérica. De aquel gran acantilado erosionado por los ríos gallegos que buscaban su salida al mar surgieron las rías en los últimos 2,5 millones de años.
Del supercontinente de Pangea, una enorme llanura que incluía todos los continentes actuales que empezó a romperse hace 200 millones de años, Galicia conserva una parte: la Terra Chá, que a finales del Cenozoico, hace 23 millones de años, era una llanura cubierta de lagunas en cuyas aguas se acumularon restos vegetales y animales: pinos gigantes, laureles, castaños y ranas, tortugas, cocodrilos y otros vertebrados ya extinguidos. Durante el Cuaternario definen el paisaje gallego los glaciares de O Courel, Ancares, Pena Trevinca, Cabeza de Manzaneda, Xistral y Xurés, convirtiendo Galicia en la zona glaciada más occidental de Europa: aun hay fauna (la mariposa Erebia triarius ) que en su genética conserva la huella de los cambios climáticos del Pleistoceno.
En los sistemas cársticos gallegos se conservan los yacimientos más occidentales y septentrionales de Europa de oso de las cavernas. Galicia tenía un muestrario geológico único que fue exterminado por la explotación irracional de sus recursos minero-geológicos acabando con una historia que llenaría de contenidos mil Gaiás. Las centrales térmicas, verdaderos Auschwitz gallegos, transformaron lignitos en CO2 y azufre y los fósiles contenidos en ellos fueron quemados, expoliados por particulares o echados a las escombreras. Las pizarreras de Courel y Valdeorras destruyeron los yacimientos de trilobites y graptoplites, el glaciar de Pacios (Courel) con 300.000 años de antigüedad y amenazan ahora el pliegue tumbado de O Courel. Las cementeras están a punto de destruir la cueva de Eirós con su yacimiento de oso de las cavernas de 25.000 años de antigüedad, y una hidroeléctrica ha acabado con la cascada del Xallas (Ézaro) que tardó 200 millones de años en formarse, pero muchas más fueron inundadas por los embalses gallegos. Y bajo el agua están los glaciares de Chaguazoso y Bibei, de 150.000 años de antigüedad. Incendios y parques eólicos amenazan los hábitats de la mariposa Erebia triarius, nuestra reliquia glaciar. Las playas de cantos de la Costa da Morte fueron destruidas por las piscifactorías de rodaballo y rematadas por el Prestige . En los macizos graníticos, pías y cacholas con miles de años de edad son expoliadas impunemente para adornar jardines. Las empresas constructoras agotaron las gravas de las terrazas fluviales del Mero, Tambre, Miño, Sil, aumentando los riesgos erosivos.
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