La vida le ha dejado saborear la libertad por la que tanto luchó y camina con un brío que había perdido. Las operaciones de las arterias femorales le han devuelto el vigor. Si llueve, anda de arriba abajo por los andenes de la estación del tren, como hacía Leyra Domínguez. Es el 20 de noviembre cuando lo encuentro, saluda alegre, pero frunce un poco el ceño como en las caricaturas que le hizo Siro. ¿No sabes que día es hoy?, me pregunta. La verdad, lo había olvidado, es el 20-N, aunque tampoco entiendo su significado personal. Veo que a sus 74 años es el mismo de siempre: rápido de reflejos, medias palabras que es necesario reinterpretar… y un análisis rápido del momento, diestro para emprender el vuelo. Por eso le llamaban el gavilán en los años duros del franquismo; sobrevolaba todo y se le veía casi en todas partes. Aunque entrevistarle es imposible, salvo reconstruir sus respuestas, hacer de intérprete y, ya se sabe, las traducciones matan la chispa del idioma.
«Fue la peor detención, aunque no me tocaron», suelta y me sorprende que hable de experiencias personales de lo que siempre rehuyó. Comunista desde que el PCE lo captó en Francia en 1962, coruñés primo del futbolista Suárez (Luis Suárez Miramontes), aunque más ferrolano que Amboage, fue una pieza clave en la lucha contra la dictadura en la ciudad. El 19 de noviembre de 1973 la policía lo detuvo por un asunto menor. Por tanto, la mañana del día 20 (20-N) estaba en la comisaría de San Amaro, donde ve movimientos raros hasta que uno le da la noticia, que acababan de matar a Carrero Blanco, y le espeta: «No sabemos lo que vamos a hacer contigo, si amarrarte una piedra al pescuezo y tirarte al mar, como en el 36… estamos esperando órdenes». «Jamás sentí tanto terror», dice ahora Miramontes, «peor que cuando me pegaban, pero no me tocaron». Como las detenciones eran continuas, Fernando ya iba preparado con zapatillas, un abrigo viejo y una almohada para dormir en las celdas que dan a la calle de Lugo. Quedó luego libre, con una multa gubernativa.
El aparato
La peor fue en 1972. Tras el 10 de marzo, logró huir durante 20 días hasta que la policía dio con él en casa de su hermana. El PC reaccionaba de inmediato ante cualquier ataque distribuyendo octavillas, las hojas hechas en la imprenta clandestina, «el aparato de propaganda», y tras los sucesos del día 10 no fue menos… Por eso, cuando los matarifes del franquismo sabían que sabía y Madrid también presionaban porque, si todos estaban detenidos, ¿cómo es que siguen apareciendo octavillas? Miramontes fue entregado a agentes llegados de fuera diestros en la tortura, que se aplicaron con lo mejor de sus artes. El submarino (la cabeza metida en un barreño de agua hasta cerca del ahogamiento), el quirófano (tendido sobre el borde de una mesa con el torso sin apoyos), golpes con una toalla mojada… días y días. Desvanecido, cuatro lo levantan por piernas y brazos y lo llevan escaleras abajo, con la cabeza arrastras, golpeando peldaño a peldaño. «No sé cómo aguanté». A Ramiro Tenreiro, miembro de las Juventudes Comunistas, detenido también, lo dejaron sordo de un oído al reventarle un tímpano.
No todos eran salvajes. El agente encargado de los calabozos se negó a gritos a recibir al detenido en su estado y luego le facilitó aspirinas.
Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/ferrol/2009/12/28/0003_8194269.htm
Aquí vemos a Fernando Miramontes en la presentación del documental de Abad “O SEGREDO DA FROUXEIRA”
«Fue la peor detención, aunque no me tocaron», suelta y me sorprende que hable de experiencias personales de lo que siempre rehuyó. Comunista desde que el PCE lo captó en Francia en 1962, coruñés primo del futbolista Suárez (Luis Suárez Miramontes), aunque más ferrolano que Amboage, fue una pieza clave en la lucha contra la dictadura en la ciudad. El 19 de noviembre de 1973 la policía lo detuvo por un asunto menor. Por tanto, la mañana del día 20 (20-N) estaba en la comisaría de San Amaro, donde ve movimientos raros hasta que uno le da la noticia, que acababan de matar a Carrero Blanco, y le espeta: «No sabemos lo que vamos a hacer contigo, si amarrarte una piedra al pescuezo y tirarte al mar, como en el 36… estamos esperando órdenes». «Jamás sentí tanto terror», dice ahora Miramontes, «peor que cuando me pegaban, pero no me tocaron». Como las detenciones eran continuas, Fernando ya iba preparado con zapatillas, un abrigo viejo y una almohada para dormir en las celdas que dan a la calle de Lugo. Quedó luego libre, con una multa gubernativa.
El aparato
La peor fue en 1972. Tras el 10 de marzo, logró huir durante 20 días hasta que la policía dio con él en casa de su hermana. El PC reaccionaba de inmediato ante cualquier ataque distribuyendo octavillas, las hojas hechas en la imprenta clandestina, «el aparato de propaganda», y tras los sucesos del día 10 no fue menos… Por eso, cuando los matarifes del franquismo sabían que sabía y Madrid también presionaban porque, si todos estaban detenidos, ¿cómo es que siguen apareciendo octavillas? Miramontes fue entregado a agentes llegados de fuera diestros en la tortura, que se aplicaron con lo mejor de sus artes. El submarino (la cabeza metida en un barreño de agua hasta cerca del ahogamiento), el quirófano (tendido sobre el borde de una mesa con el torso sin apoyos), golpes con una toalla mojada… días y días. Desvanecido, cuatro lo levantan por piernas y brazos y lo llevan escaleras abajo, con la cabeza arrastras, golpeando peldaño a peldaño. «No sé cómo aguanté». A Ramiro Tenreiro, miembro de las Juventudes Comunistas, detenido también, lo dejaron sordo de un oído al reventarle un tímpano.
No todos eran salvajes. El agente encargado de los calabozos se negó a gritos a recibir al detenido en su estado y luego le facilitó aspirinas.
Francisco Varela
Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/ferrol/2009/12/28/0003_8194269.htm
Aquí vemos a Fernando Miramontes en la presentación del documental de Abad “O SEGREDO DA FROUXEIRA”
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