22 feb 2010

Plumas con "pluma" en El País

El que escribe esto,Joaquín Villalobos (San Salvador, 1951) es un político salvadoreño, fundador y máximo dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) una de cinco organizaciones que conformaron en 1980, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, durante la Guerra Civil de El Salvador.

Ahora es mamporrero y publicista de Felipe Calderon , cómplice por omisión de todos los muertos ligados al narcotráfico,asesinatos de niños y e las 500 mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.
En Ciudad Juárez, han perdido la vida alrededor de 350 personas en lo que va de 2010, y el año pasado murieron 2.635.Joaquín Villalobos debería cerrar la bocaza y dejar de servir al régimen de Calderón
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JOAQUÍN VILLALOBOS 18/02/2010
En El País (periódico cada vez más de derechas)

En 1994, la guerrilla zapatista de México alcanzó repercusiones mundiales. Sin embargo, comparando a los zapatistas con todas las insurgencias que existieron en Latinoamérica desde los sesenta, los zapatistas difícilmente podrían ser considerados una guerrilla. Pese a esto, con una sola escaramuza ganaron portadas de la revista británica The Economist y editoriales del New York Times. El debate que está ocurriendo en México sobre la guerra al narcotráfico, que algunos juzgan como "guerra fallida", tiene mucho que ver con la fuerte resonancia mediática que tiene el país por su importancia y vecindad con EE UU. Sin duda, Ciudad Juárez es más noticia que Río de Janeiro.

La violencia de México no es la peor, Venezuela tiene una tasa de homicidios de 48 por cada 100.000 habitantes, mientras la de México es de 10 y también superan a México en homicidios Colombia, Brasil, República Dominicana, Guatemala, Jamaica, Honduras, El Salvador, Ecuador, Perú, Haití, Paraguay y Belice. La ciudad de México tiene una tasa de homicidios de 4 por cada 100.000 habitantes y la de Río de Janeiro es de 38. En El Salvador o Guatemala hay constantemente masacres como la ocurrida recientemente en Juárez. Sin embargo, sobre los zetas mexicanos se están tejiendo leyendas que los hacen presentes y dominando el tráfico de drogas desde Alaska hasta Argentina. Los narcotraficantes, si bien operan globalmente, difícilmente pueden mantenerse cohesionados en sus propias localidades, porque tienen una tendencia natural al conflicto y la fragmentación.

Sobre la violencia en México hay mucho de mitos; exageraciones mediáticas y críticas movidas por la oportunidad política que ofrece el impacto de los muertos en la opinión pública, algo que ha crecido en un año electoral. México tiene muchos retos, entre ellos los feudos de poder y monopolios económicos, sociales y mediáticos que afectan el desarrollo. Sin embargo, los carteles ligados al narcotráfico son la peor amenaza para el país, porque se han convertido en poderes fácticos que realizan una actividad violenta, expansiva y contagiosa. La decisión de enfrentar al narcotráfico no puede considerarse un capricho resultado de los viejos rituales del presidencialismo mexicano, o una decisión de interés partidista, es una necesidad urgente para defender la soberanía del Estado.

Siendo imposible derrotar al comercio ilegal de drogas, la lucha es para reducir los daños colaterales que provoca. En México, Colombia o Guatemala, "daño colateral" significa grandes carteles que poseen poder financiero, fuerza social, dominio territorial, ejército propio, conexiones globales y una cultura de símbolos, corridos musicales, santos y bandidos héroes que reproducen y expanden socialmente el delito. Reclutan policías, cooptan instituciones, terminan sustituyendo al Estado y dominan territorios llamados irónicamente narcolandias que rigen bajo la ley de plata o plomo. La sociedad queda así indefensa, aumenta la droga en las calles, crecen las extorsiones, los secuestros y todos los delitos, los ciudadanos dejan de creer en el Estado y comienzan a buscar la seguridad en padrinos locales. Cobra así fuerza la creencia de que la paz depende de que nadie enoje, alborote o moleste a los delincuentes.

México necesita combatir a los grandes carteles hasta transitar el problema del narcotráfico de amenaza a la seguridad nacional a problema de seguridad pública. Sin convertir a los carteles en una amenaza menor, éstos terminarían apoderándose de Estados, municipios, fronteras terrestres, puertos, aeropuertos e instituciones de seguridad completas. Colombia entendió esto hasta que los narcotraficantes mataron a cuatro candidatos presidenciales y cuando ya habían penetrado en todas las instituciones de seguridad. Esa tardanza le ha costado a Colombia dos guerras y más de 200.000 muertos. En menos de 10 años el narcotráfico ha colocado a Guatemala en condición de indefensión, creando un feudalismo de mafias con extensos territorios convertidos en narcolandias.

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